Como sucede con cualquier otro dispositivo si no se cuenta con conocimientos en la materia y con alguna experiencia previa, el manejo del kamado requiere de un cierto aprendizaje para su correcta manipulación y para poder sacar del mismo todo su potencial. Este aprendizaje se puede obtener fácilmente consultando los manuales de uso que acompañan a los kamados o que se encuentran disponibles en las páginas web de las diferentes marcas que los comercializan, tutoriales en foros de internet y, por supuesto, con la experiencia que aporta la propia práctica. El presente apartado no aspira a erigirse en un sustituto de dichas fuentes de información, cuya lectura recomendamos, pero sí pretende recoger algunos consejos o sugerencias elementales que no siempre se tienen en cuenta y que pueden ser bastante útiles a la hora de cocinar con el kamado y llevar a la práctica nuestras recetas favoritas con total seguridad y con los mejores resultados:
La mayoría de las compras de Kamado son vía Web, ya que son pocos los puntos físicos en los que se ofrece este producto en España. En esta Web se recomiendan tiendas de confianza para la compra de un kamado. En caso de haberlo adquirido en alguna web de venta Online de kamados, se lo enviarán por alguna empresa de transporte, por lo que el kamado podría llegar con algún defecto provocado en este transporte. Recomendamos revisar por encima el paquete que le entreguen para verificar que el embalaje externo no viene dañado. En caso de que aparezca dañado, dejar una nota al repartidor haciendo constar el daño. En caso de que no aparezca dañado, recomendamos realizar una revisión profunda de todas las partes del kamado de forma inmediata, con el fin de informar lo antes posible al transportista y al vendedor del kamado. Las empresas de transporte, por lo general, tienen un número de horas máximos para la presentación de reclamaciones.
Aunque puede parecer una obviedad, una vez recibido el kamado tras su compra, y a la hora de ensamblar las diferentes piezas que lo componen, si es que esto fuese necesario, se recomienda seguir al pie de la letra las instrucciones de montaje suministradas por el fabricante. Un montaje defectuoso del kamado podría derivar en un mal funcionamiento del mismo o, peor aún, ocasionar daños serios en su estructura que podrían no ser cubiertos por la garantía.
Por su diseño cerrado con una cúpula, su reducido recalentamiento exterior y su escasa emisión de humos, los kamados son unos instrumentos de cocina sumamente limpios y seguros que se usan preferentemente en exteriores, pero que, con las debidas precauciones, también se pueden utilizar en terrazas, porches, balcones e, incluso, interiores. No obstante, para todos los casos, pero muy especialmente para estos últimos, es muy importante asegurarse antes de la normativa en materia de seguridad vigente en la localidad, región o país donde vayamos a utilizarlo, ya que ésta no es igual en todas partes y en algunos casos podría haber restricciones o prohibiciones. Por lo demás, sea cual sea el lugar elegido para el emplazamiento del kamado, es importante resaltar que éste debe reposar sobre una superficie sólida y plana y resistente para poder trabajar con la debida estabilidad y, por consiguiente, con la máxima seguridad.
Como se ha reiterado en numerosas ocasiones, el kamado es un instrumento de cocina sumamente versátil y polivalente que sirve para cocinar todo tipo de alimentos y puede funcionar como parrilla para el asado con fuego directo a la manera de una barbacoa tradicional, como horno cerámico para cocinar con fuego indirecto a altas o bajas temperaturas, como ahumador... Cada uso o receta requerirá una configuración determinada del kamado para sacarle el máximo rendimiento, una temperatura más o menos concreta y la utilización de diferentes accesorios como deflectores, soportes, parrillas o recipientes especiales, piedras para pizzas, rustidores, etc. Por esta razón, se aconseja realizar una minuciosa planificación previa que, obviamente, será menos trabajosa cuando adquiramos experiencia en su uso y tengamos más interiorizadas las distintas recetas, las numerosas posibilidades que ofrece el kamado y todo aquello que necesitamos para llevarlas a buen puerto.
La elección del carbón vegetal empleado para hacer las brasas y, en su caso, de los iniciadores utilizados para su encendido, es una tarea más importante de lo que en principio pudiera parecer si queremos obtener los mejores resultados con nuestro kamado. La utilización de productos 100 % orgánicos y naturales evitará la contaminación del sabor producida por combustibles e iniciadores de fuego en los que se utilizan sustancias químicas para potenciar determinadas propiedades. Estos últimos no son peligrosos para la salud, pues cuentan con las certificaciones sanitarias pertinentes, pero pueden desvirtuar el sabor de las recetas preparadas en el kamado.
En el caso concreto del carbón, se recomienda el uso de carbón vegetal libre de aditivos, de producción ecológica, para favorecer en la medida de nuestras posibilidades el respeto por el medioambiente, y compuesto por trozos homogéneos que no sean ni demasiado grandes ni, sobre todo, demasiado pequeños para que quede espacio entre ellos y el aire pueda discurrir sin interrupciones facilitando el tiro.
Finalmente, se recomienda no usar líquidos inflamables como iniciadores. El empleo de gasolina, alcohol de quemar u otros derivados, conlleva ciertos riesgos que deben ser evitados. Además, al margen de su peligrosidad, éstos afectan al sabor de los alimentos, con lo que podrían desvirtuar totalmente cualquier receta.
El encendido de los kamados se realiza de una forma tan simple como otras muchas de sus funciones y no requiere de gran pericia para su ejecución. Tan sólo es necesario abrir la portezuela situada en su base y el conducto de ventilación superior para conseguir un efecto de tiro o chimenea, llenar el hogar de carbón, prenderlo, cerrar la cúpula del kamado y esperar a que la brasa esté lista y la temperatura se haya estabilizado en el punto deseado, para lo que basta con regular la apertura de los conductos de ventilación para incrementar o reducir la entrada de oxígeno y, consiguientemente, aumentar o reducir la temperatura. Tal vez esta última labor sea la más complicada para los no iniciados, pero siguiendo las indicaciones de manuales y tutoriales en un primer momento, y ayudados por la experiencia cuando ya tengamos un poco de práctica, pronto se convertirá en un tarea rutinaria más. Con este objeto, es conveniente utilizar siempre los mismos componentes y las mismas técnicas de encendido para, de este modo, lograr familiarizarnos con unas pautas reproducibles que seguiremos en ocasiones posteriores para obtener unos mismos resultados.
Por lo que se refiere a la ignición del carbón, podemos ayudarnos de diferentes instrumentos que van desde sopletes, pistolas de aire y resistencias eléctricas creadas específicamente para tal fin, hasta chimeneas de encendido exteriores en las que se preparan rápidamente las brasas para a continuación incorporarlas al kamado. A estos artefactos cabría sumar los denominados “iniciadores”, entre los que los más recomendables son las pastillas de encendido ecológicas y los atadillos de lana de leña, libres de aditivos que podrían contaminar el sabor de los alimentos. Por esta última razón, y por cuestiones de seguridad que podrían llegar a anular la garantía del kamado, no es aconsejable, como ya se ha dicho, el uso de gasolina, alcohol de quemar, geles u otros líquidos inflamables ni pastillas de encendido elaboradas a base de destilados del petróleo o el queroseno. Una mala elección del iniciador, además de conllevar ciertos peligros, puede arruinar un plato preparado con el máximo esmero.
Por último, cabría hacer una breve mención al hecho de que, en función del uso que se quiera dar al kamado o del plato que se pretenda preparar en él, puede ser recomendable una modalidad u otra de encendido. Así, para la cocina con fuego directo a la manera de una parrilla o barbacoa, lo más importante es que se consiga una distribución uniforme de las brasas, por lo que, una vez encendido el carbón y los focos de brasas formados, éstas se repartirán por el hogar y se cerrará nuevamente la cúpula con los tiros abiertos hasta que la superficie de las brasas esté distribuida de forma homogénea. Por el contrario, para la cocina con fuego indirecto puede ser más conveniente encender el carbón por su zona central, reunir alrededor de este punto los trozos de carbón más pequeños con cuidado de no ahogar la llama y cerrar la cúpula dejando los conductos de ventilación completamente abiertos hasta que se forme un foco de brasa en el centro del hogar. A partir de ahí, una vez estabilizada la temperatura regulando los tiros, ya estaríamos en disposición de cocinar con cualquiera de los dos sistemas.
Como ya se ha apuntado, los kamados son instrumentos de cocina tremendamente seguros, pues su exterior apenas se recalienta durante su uso y el hecho de que cuenten con una tapa o cúpula que permanece cerrada mientras se cocina con ellos impide que salten al exterior ascuas o rescoldos. Con todo lo anterior, estamos ante un dispositivo que funciona con brasas, por lo que, pese a su seguridad, es importante evitar dejar mascotas sueltas en las proximidades del kamado e impedir que los niños jueguen junto a él mientras éste se encuentra funcionando o, una vez terminado su uso, mientras todavía está caliente. Extremar las precauciones no cuesta trabajo y puede impedir riesgos innecesarios y accidentes que se podrían haber evitado con observar unas simples cautelas.
Una última recomendación en materia de seguridad a tener en cuenta cuando se usa el kamado sería la relacionada con el efecto denominado “flashback”, que no es otra cosa que una llamarada producida cuando, después de un tiempo de uso a altas temperaturas, se abre bruscamente la tapa del kamado y la entrada masiva de oxígeno provoca la ignición de los gases emanados durante la combustión del carbón. Para evitar esta pequeña deflagración, basta con realizar la apertura de la cúpula en dos tiempos: primero se levanta ligeramente hasta dejar simplemente una rendija, se mantiene así unos 5 segundos y a continuación ya se puede abrir tranquilamente y en su totalidad. Una pequeña precaución que no nos costará ningún trabajo y que, aunque no tenga consecuencias, nos puede evitar un sobresalto.
Salvo algunos modelos de kamado de pequeño tamaño u otros que están pensados para funcionar posados directamente sobre el suelo o encastrados en muebles específicamente diseñados para ellos, la inmensa mayoría de los kamados cuentan con patas terminadas en ruedas o están montados sobre carros con ruedas que permiten su transporte de un lugar a otro con total comodidad. Una operación sencilla que, en todo caso, requiere de unas ciertas precauciones para evitar accidentes que podrían causar daños a las personas que la llevan a cabo o al propio kamado.
Entre las citadas cautelas, cabe señalar, en primer lugar, el hecho de que su traslado es infinitamente más seguro cuando el kamado está frío y fuera de uso. Por razones obvias, no resulta prudente cambiarlo de lugar cuando ya se ha encendido o cuando, habiendo terminado de cocinar, éste se halla todavía caliente. Por este motivo, uno de los puntos que se tendrá que tener claros dentro de la fase de planificación ya mencionada es la elección del lugar donde vamos a emplazarlo antes de empezar a cocinar para no tener que moverlo una vez hayamos comenzado.
Al margen de lo anterior, otras precauciones dignas de tener en cuenta a la hora de cambiar el kamado de ubicación serían su sujeción durante el traslado, que deberá realizarse agarrando el kamado por sus partes fijas no articuladas, como la bisagra o las patas, la elección del terreno por el que vamos a desplazarlo, que deberá ser liso y compacto, y, finalmente, en el caso de kamados de cierto tamaño, la necesidad de moverlo entre al menos dos personas para evitar posibles incidencias.
Se habla con frecuencia de que la limpieza es una de las grandes virtudes de los kamados y ciertamente esto es así. Las elevadas temperaturas que pueden alcanzar estos peculiares instrumentos de cocina les permiten actuar como hornos pirolíticos en los que tanto los restos orgánicos como los inorgánicos adheridos en sus paredes o depositados en su hogar se desintegran o quedan reducidos a cenizas. Esta propiedad convierte su limpieza interior en una tarea fácil y poco laboriosa que prácticamente se reduce a la recogida de las cenizas generadas durante la cocción mediante los ceniceros extraíbles o deslizantes y los recogedores con los que suelen estar dotados los kamados de calidad. Si esta operación se realiza tras su uso y ha quedado carbón sin consumir que pretendemos reaprovechar, resulta conveniente, una vez apagado del todo, removerlo con algún instrumento adecuado para tal fin con el objeto de que cualquier resto de ceniza atrapado entre los trozos del carbón caiga al cenicero y pueda ser recogido a continuación.
Mención aparte requiere la limpieza de las parrillas, planchas y recipientes empleados para la cocción, aunque ésta no difiere en absoluto de la efectuada en accesorios análogos empleados con otros sistemas de cocina y solamente cabría sugerir que, cuando la suciedad se debe a que éstos se hallan impregnados de grasa, la limpieza es más efectiva si se realiza cuando los citados útiles aún no se han enfriado del todo.
En cuanto a la limpieza exterior de los kamados, ésta tampoco exige grandes esfuerzos. Basta con pasar un paño húmedo por toda su superficie y evitar el uso de productos químicos o elementos abrasivos que podrían causar daños en el esmalte o la pintura con la que se hallan recubiertos.
Como cualquier otro dispositivo o aparato, además de su limpieza, el kamado exigirá ciertas labores de mantenimiento para asegurar su correcto funcionamiento, su preservación en las mejores condiciones y la prolongación al máximo de su vida útil. En todo caso, por su propia especificidad, su robustez y su diseño simple y duradero, éstas van a ser, una vez más, mínimas, y podrían reducirse a la retirada y sustitución de las juntas de aislamiento situadas en los labios de la cúpula y la base cuando observemos que, por estar desgastadas, ya no cumplen a la perfección con su propósito. Una tarea sencilla para la que nos podemos ayudar con una simple espátula, que no requiere de grandes habilidades y para la que contaremos con los repuestos suministrados por los diferentes fabricantes de kamado.
Al margen de esto, otras tareas menores de mantenimiento que se deben realizar con cierta periodicidad serían la comprobación de las tuercas y tornillos situados en puntos articulados como la bisagra para asegurarse de que no se han aflojado con el uso, el engrase de la misma con aceites lubricantes o la aplicación, de vez en cuando, de un aceite vegetal en el disco de ventilación superior. Con estas mínimas atenciones, el kamado puede durar toda una vida y pasar de padres a hijos.
Los kamados, a diferencia de otros instrumentos de cocina al aire libre, como la mayoría de parrillas o barbacoas, soportan bien la intemperie y, al contar con la protección de una cúpula cubriendo la comida y las brasas, permiten su utilización en condiciones climatológicas adversas. Algo de viento o lluvia no impiden el uso de unos kamados que, salvo en casos puntuales de calidad mediocre, están fabricados con materiales como cerámica recubierta en su exterior por pinturas o esmaltes especiales y elementos metálicos de acero inoxidable que resisten sin dificultades las inclemencias del tiempo y no padecen problemas como la corrosión. Con todo, si queremos preservarlos en las mejores condiciones, cuando no están en uso o no van a ser utilizados durante un espacio de tiempo prolongado, es recomendable limpiarlo, quitarle el carbón y cubrirlos con las fundas protectoras que los fabricantes suelen suministrar para tal fin o, en casos en los que el período de inactividad vaya a ser mayor, aunque no es estrictamente necesario, podríamos optar por almacenarlos cuidadosamente en un lugar limpio y seco debidamente cubiertos. Como ya hemos dicho en el caso del mantenimiento, la observación de unos mínimos cuidados prolongará su vida útil y hará que éstos pasen de generación en generación en perfecto estado de revista.